Sor Juana Inés de la Cruz reflexiona en sus romances epistolares sobre su propia escritura según los discursos dominantes de la época acerca de distinciones literarias y genéricas. Pero sus humildades parecen concebir toda una estrategia de escritura. ¿Acaso Sor Juana pone en escena un simulacro de sumisión? ¿Por qué tanta insistencia en la disformidad de su inteligencia? A partir del análisis de aquellos prejuicios sobre la mujer –actualizados en las analogías de origen griego entre la forma del cuerpo de aquella y la agricultura (matriz-surco, semen-siembra, maternidad-cosecha) y en las distinciones jerárquicas entre la perfección de la forma masculina y la imperfección de la forma física y racional femenina que buscaría perfeccionarse en la recepción pasiva del hombre o travistiéndose de él– se intentará demostrar que si Sor Juana, según el estigma de la época, escribe como un hombre, es paradójicamente desde aquel discurso de la disformidad literaria que ella socava el orden dominante de la representación de la mujer. Es como si hubiera proyectado en su obra el plan de su lectura: solo leyendo entre los pliegues del poder que doblan su escritura, solo aprendiendo a leer el artificio de la composición (la confusión entre los “oscuros borrones” y su voz) es posible entender la trama de las mudanzas de su lugar de enunciación.