Última modificación: 2018-02-04
Resumen
Desde épocas remotas la ciudad es un tema que nos interpela y nos plantea interrogantes acerca de su valor y de sus significados. En la Antigüedad, por ejemplo, existía una geografía sagrada, donde la ciudad ocupaba un lugar que se caracterizaba por articular al hombre con el cielo y con la tierra, estableciendo una comunicación con los distintos niveles de realidad. De ese modo, el espacio profano caótico y carente de sentido se transformaba y devenía espacio sagrado, habitado por los dioses, se convertía en cosmos. En efecto, la ciudad tradicional solía presentarse como un espejo del universo que permitía al hombre unir el cielo con la tierra. Se la consideraba una imagen, su construcción imitaba la cosmogonía. En consecuencia, el hombre parecía reiterar indefinidamente el mismo gesto arquetípico pero, en verdad, conquistaba constantemente el mundo, ordenándolo y transfigurando el paisaje natural en medio cultural. En su obra La revolución urbana, Henri Lefevre se pregunta si el mito de la Atlántida en el Critias de Platón podría ser visto como un mito urbano, donde se muestra la coexistencia no pacífica del campo con la ciudad desde el comienzo de la civilización occidental y donde la ciudad impone su marca como imagen de un cosmos armoniosamente dispuesto en un espacio luminoso ( Lefevre, 1976). Ciudad soberbia y ordenada, la Atlántida se integra con su territorio que organiza y domina, instaurando armonía en medio de la tensión recíproca de los elementos. Más tarde la utopía inherente al pensamiento urbano se prolongará en la ciudad de Dios o en la ciudad del sol.
A lo largo de la historia, la ciudad se ajusta a paradigmas diversos. Según Lefevre, en el siglo XIX, la ciudad destrona a la naturaleza y exhibe distintas dimensiones: la simbólica, descubierta por Víctor Hugo; la paradigmática en Baudelaire y la sintagmática que aparece en los itinerarios de Nerval, Lautreamont o Rimbaud. El autor agrega que el paraíso ya no se localiza en la naturaleza: los paraísos artificiales sustituyen la naturaleza, son paraísos urbanos. Surge, entonces, lo urbano como práctica, como fuente y como fundamento de una naturaleza distinta de la inicial, a través de representaciones mixtas: mito, utopía, ideología y ciencia.
La problemática urbana ha generado multiplicidad de lecturas. La ciudad se erige como microcosmos, como mundo cerrado y coherente, fábrica de ritos y de mitos, totalidad atravesada por sentidos que convocan al desciframiento. En ella, Walter Benjamin ve una suerte de condensación perfecta de la vida, un espejo del pensamiento y del mundo en virtud de su poder de concentración de personas, bienes e ideas y de su posibilidad de producir intercambios de transporte, de información y de teorías (Bégout, 2002). En Image de pensée, Benjamin afirma acerca de la capital francesa: “Paris est la grande salle de lecture d’une bibliothèque que traverse la Seine”.
Toda gran ciudad, toda metrópoli segrega una mitología propia y crea nuevas figuras híbridas y fugaces del encantamiento como las vidrieras y las galerías, las exposiciones, el imaginario de la novela policial… Italo Calvino afirma que todos los movimientos existentes en la sociedad distorsionan y readaptan el tejido urbano, su sociología, su topografía, su cultura institucional y su cultura de masas (Calvino, 1983: 363).
Especialmente a partir del siglo XIX, la muchedumbre urbana se vuelve un fenómeno reconocible, una presencia perceptible, y comienza a crearse un nuevo sentido de la ciudad como una entidad total dinámica y un modo de vida, un horizonte que recorta la percepción de sí mismo y de la propia vida. Es en este aspecto que Balzac puede ser considerado como uno de los primeros creadores de una verdadera semiótica urbana, que devela los códigos que permiten leer significados sistemáticos latentes en las superficies indiferenciadas de la existencia urbana moderna. Y si nos permitimos un salto a la actualidad, encontraremos a alguien como Régine Robin, escritora, socióloga, historiadora y flâneuse contemporánea, que dedica un extenso y apasionante volumen a relatar y analizar minuciosamente su pasión cosmopolita: Mégapolis. Les derniers pas du flàneur. Allí declara que la ciudad no es un para ella un objeto sino “… una práctica, un modo de ser, un ritmo, una respiración, una piel, una poética” (Robin, 2009). Precisamente, a través del relato de sus viajes por distintas ciudades y de sus descripciones, la autora plantea lúcidas reflexiones a partir de su contemplación de las megápolis actuales: Londres, Tokio, New York, Los Angeles y Buenos Aires. En nuestro trabajo, intentaremos registrar e interpretar imágenes de lo urbano contemporáneo en textos de tres escritores: Claudio Magris, Edgardo Cozarinsky y Michel Azama.