Al igual que en 1975, la sociedad italiana y mundial se conmueven y convulsionan ante la aparición de piezas perdidas que aportarían datos esenciales para el esclarecimiento de un caso judicial y político aún candente, el Giallo Pasolini. De seis meses a esta parte causas, móviles, actores y autores parecen redefinirse a la luz del famoso capítulo perdido de Petróleo prueba que, sin embargo, nunca llega a ser presentada. Arrepentidos que sacan esqueletos de los armarios, amigos que reflotan pruebas perdidas en el tiempo, el Ministerio Público que exige repericiamentos a la luz de las nuevas tecnologías, por un lado; la familia –encarnada en Nico Naldini, primo y compañero de andadas friulanas, devenido biógrafo y pater familias –que se niega, exigiendo respeto por la memoria del muerto, por otro. Documentales, reconstrucciones, entrevistas, comics e incluso –¿involuntario homenaje o guiño piadoso?–candentes polémicas epistolares en el diario del que fue columnista mantienen, a treinta y cinco años su asesinato, abierta y sangrando en la piel y la memoria de la opinión pública la herida que causara la muerte del poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini.