La escritura de Walsh permanece abierta más allá de la muerte del escritor, dado que se gesta (en borradores, entrevistas, apuntes de investigación y lectura, paratextos de autor) entramada en la contingencia de la coyuntura cultural y política argentina, crecientemente violenta en el período que va de Operación masacre (1957) a “Carta de un escritor a la Junta Militar” (1977). Además, la interrupción abrupta de la producción no ha impedido que, eludiendo la cristalización que convierte al escritor en un clásico de la literatura argentina, la obra siga creciendo en la recepción, especialmente durante y a partir de la década del 90. En esos años, ya operada la recuperación política de Operación masacre bajo el clima cultural de “posdictadura” en la segunda mitad de los 80, se efectúan ediciones de los cuentos iniciales (no incluidos en libros) y análisis específicos que habilitarán la canonización literaria del escritor y abrirán líneas críticas de lectura (que habían sido interrumpidas tras los trabajos pioneros de Rama, Ford y otros a comienzos de los 70). Recorreremos algunos ejes de esa recepción consagratoria, para indagar las tensiones que surgen al querer construir una imagen no homogénea sino integral de Walsh como escritor de proyecto.