Última modificación: 2018-02-07
Resumen
En 1914 surge en Rusia un nuevo aparato teórico que, por un lado, se propone ser el ala teórica y crítica de la vanguardia futurista, y por el otro, se plantea un programa que permita dejar atrás todas las posiciones de la crítica tradicional. Se trata, claro, del movimiento al que sus detractores denominaron “Formalismo Ruso”, debido a la importancia que le daban a la forma sobre el contenido. La fundamental innovación de este movimiento es la convicción de que la literatura se caracteriza por su especificidad, a la que denominan literaturnost, que consiste en un uso de la lengua diferente al de la vida cotidiana.
Viktor Sklovsky plantea en su artículo “El arte como artificio” la diferencia entre la lengua poética y la lengua prosaica, en sintonía con la definición de función poética de Jacobson, como el eje para la definición de lo literario: un uso particular de los procedimientos con fines estéticos (a los que Sklovsky define como “desautomatización de la percepción”). La confianza de los formalistas está en la posibilidad de aislar los hechos literarios y aplicarles un método autónomo de análisis, sin aceptar ninguna interferencia externa. Ni la historia, ni lo social, ni el psicologismo de la biografía del autor; sólo la literatura “pura” como un conjunto de procedimientos aislables.
Diez años más tarde, la presión de los acontecimientos histórico-políticos que caracterizaron a Rusia llevó a Iuri Tinianov a tener que redefinir el aparato del formalismo atendiendo a la necesidad de relacionar la literatura con lo social. Tinianov, en su artículo “La evolución literaria”, establece la relación entre un elemento verbal del sistema literario con otro elemento verbal de los sistemas vecinos a partir del establecimiento de dos funciones: la función constructiva y la función autónoma. El nombre de esta segunda función explicita la necesidad de que cualquier relación del sistema literario con los otros sistemas se lleve a cabo garantizando la autonomía de la literatura.