Este trabajo propone una reflexión teórica acerca de la noción de archivo en torno a la obra de Violeta Parra; escritura epistolar, arpilleras, cerámica, pinturas, cantos recogidos y las Décimas autobiográficas, configuran una exigencia no prevista en la unidad, pero inmanente a ese espacio que queda constituido por el trazado de los puntos intensos que recorren el mapa de la obra. La hipótesis hasta ahora desarrollada consistía en que esas zonas por las cuales la artista pasaba incesantemente, lo que asoma más como un recomienzo persistente que como un comienzo, es el cuerpo; un cuerpo en transformación, fragmentado, deformado, maquinizado –especialmente escrito en las cartas, las décimas y compuesto en su obra plástica–, venía a ser la operación presentificadora, única capaz de disputar a la elite cultural la imagen de alteridad naturalizada del folklore. Y al mismo tiempo, contra todo supuesto teleológico, tal operación no condensaba una unidireccionalidad, que iba de los cantos recogidos a la escritura de su autobiografía, sino que donde antes no veíamos el cuerpo, se ve ahora la ausencia del cuerpo. La pregunta central es, en este trabajo, no por qué o para qué Violeta Parra construye un cuerpo nuevo, sino más bien por qué no puede dejar de hacerlo, en qué sentido cuerpo y obra son indisociables. En esa misma orientación va la segunda pregunta: qué de la obra puede ser archivo, ¿puede el cuerpo ser archivo?, ¿qué ocurre con la muerte, procedimiento y acecho, modo de la transformación pero también la degradación? El archivo siempre guarda esa contingencia que nos descubre una grieta, una fisura en la historia concebida, pero tal fisura sólo se visibiliza si la pretensión hermenéutica del crítico comienza a percibir la necesidad de comprender el contexto interno del archivo, esa sedimentación de temporalidades sin cronología, un contexto no saturable.