La operación que realiza Noll en Bandoleros consiste en despojarse de su identidad unívoca de autor (como la piensa Foucault 1983) para poder relatar una modernidad globalizada en la cual resulta muy difícil la delimitación de identidades fijas. El narrador será un personaje despersonalizado: sin rostro y sin nombre. Al principio de la novela la identidad de Noll se desdobla en dos: por un lado el narrador, un escritor que emprende un viaje, y por el otro João, su amigo también escritor. La novela comienza con la muerte de João. Ese desdoblamiento y muerte le permite al narrador despersonalizado realizar su recorrido a lo largo del libro en busca de un sentido, de una experiencia transimisble, retomando a Benjamin, a la vez que hace un análisis crítico y profundo de las condiciones de la modernidad en el esplendor de la globalización. Este aspecto se toca también con un elemento de la temporalidad de la novela, que es la velocidad. La novela sigue una estructura propia del cine de Hollywood, por lo que esa velocidad que adquiere la narración hacia el final, y su aquietamiento en determinados momentos, le sirve al autor, escritor del s. XXI, para conformar su análisis de los aspectos del mundo contemporáneo. La temporalidad fragmentaria de la novela es lo que va a permitir que Bandoleros termine con João vivo y con su reencuentro con el narrador, en una escena de identificación que tiene como eje la mano: ambos apoyan sus manos una sobre la otra, con un vidrio de por medio que funciona como espejo, abonando a este proceso que podríamos llamar de “re-personalización”, a la vez que la mano es el elemento de trabajo que identifica a ambos personajes, y a Noll, y los une: es la herramienta del escritor.