En una escritura que conjuga la vida con la ficción, a Gumucio la genialidad le permite convivir con la muerte y con la idea de que la vida se figura inevitablemente como un proceso de demolición. La vida se concibe en los márgenes: un personaje que no encuentra su lugar en el mundo porque, en definitiva, nunca lo tuvo. Con pocos años de vida, su familia se exilia a Francia y la dislexia deviene fracaso escolar. Francia no puede convertirse en su país porque su familia (militantes de la izquierda) no deja de pensar en el retorno a Chile. Y la vuelta a Chile que podría significar la figuración de un territorio propio no significa otra cosa que la aceptación del fracaso. Gumucio escribe sus memorias prematuras sin la madurez para perdonar, sólo lo guía la percepción del fracaso y de la falta. Intentaré analizar en el marco de las escrituras del yo (específicamente la autoficción) y siguiendo la tensión entre memoria y recuerdo, cómo la escritura del chileno propone la imagen de una vida como la afirmación simultánea de impulsos de demolición y supervivencia.