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Como docentes de sala, a lo largo de nuestro desempeño escolar hemos recibido practicantes y-o residentes en diferentes escuelas y en realidades institucionales diversas.
Hemos visto que se repiten ciertas rutinas que condicionan la relación maestra-residente y por ende, la práctica o residencia en si.
En el presente trabajo nos preguntamos: ¿Como hacer para que la experiencia de la residencia sea un verdadero espacio de formación, enriquecedora para ambas partes y sobre todo para el grupo de niños que formamos? La presencia de una residente en la sala nos ubica entre el peligro y el desafío.
Nos referimos a peligro en cuanto a nuestro trabajo en la sala, lo que construimos con los niños hasta el momento: los vínculos, las rutinas, los códigos, en fin todo lo que compete al “contrato didáctico” en el marco de la primera infancia como es el Jardín de Infantes. Intentaremos dar cuenta de las sensaciones y vivencias que amenazan y nos desafían con la llegada de una residente que se encuentra en proceso de formación. Pretendiendo un rol activo en la formación educativa de la residente, futura colega. Pero a su vez reflexionamos sobre el papel que como formadoras tenemos o nos adjudican otros.

Docentes; Practicantes; Residentes; Vínculos; Práctica