La tradicional lógica del oficio del/la cronista, ‘voy, veo, vuelvo, cuento’, o del narrador, ‘imagino/invento y narro’ que describiera a escritores de los siglos previos exige un revolucionamiento de la práctica que no solo cuestione los temas o formas sino que logre horadar la misma lógica de la modernidad. La obra de dos periodistas/escritoras argentinas, que han comenzado a destacar en la actualidad literaria nacional, ofrecen una respuesta significativa a la escritura en este contexto de crisis. Las obras reseñadas se inscriben, para el universo editorial y para el crítico, bajo el sello de ‘crónicas’ aunque no resisten más estándar de clasificación que el propuesto por Villoro (2012) de ser “literatura bajo presión”, una escritura tensionada por la angustia del presente. Son mujeres, del ‘interior’, se relacionan con la prensa: razones que las inscriben en la periferia del campo literario. A pesar de ello, sus obras han logran múltiples y variados reconocimientos.

La narración se caracteriza por una nueva corporeidad que se revela, por un lado, a través de una resistencia a esa especie de ‘gramática’ de la escritura que respondiera a la necesidad de disciplinar/modernizar la sociedad tanto de lectores como de escritores. Se trató de una gramática delineada por las academias para satisfacer objetivos no siempre explícitos. Por otro, se hace evidente en el modo en que establecen una implicación particular con los tópicos -aquellos que actualizan o discuten las versiones de nuestros tiempos. Ese mayor o menos compromiso enunciativo, que por momentos desnuda un ‘yo’ también en tensión, por otros se deja fusionar con las voces de los personajes que animan el relato en una voz atravesada por el colectivo, operación con la que construye a la vez una imagen renovada de sus virtuales lectores. La noción de verdad, además, que rodeaba la escritura del cronista es discutida a partir de tales operaciones.

A la pregunta de Echeverría (2006) sobre el tipo de narración que pueda contar los hechos del siglo XXI nos debemos la reflexión acerca del objeto de la misma en la modernidad y sus instituciones -la crónica, la novela, la historia, incluso. La historiografía de la lectura ha refrendado la respuesta que el autor hiciera en su ensayo sobre el ‘homo legens’ y ha abundado en reflexiones sobre las políticas de la lectura. Sin embargo, poco se ha detenido en la reflexión sobre las prácticas de escritura y sobre cómo estas han ido actualizando las funciones autor/lector en el marco de la crisis de la modernidad. Esta reflexión exige revisar los parámetros que la articularon en relación con los objetivos de formación del lectorado. Sin urgencia, es preciso discutir la inscripción genérica de esta nueva resistencia barroca.