Sirio de Olaf Stapledon (1944) y Corazón de perro (1925) de Mikhail Bulgakov relatan la transmutación de un perro que adquiere caracteres humanos mediante la intervención de un científico. La barrera de lo animal se ve intervenida por la actividad tecnocientífica, y resulta en una crisis de identidad para los perros y humanos involucrados. En este trabajo haremos una lectura de estos textos como relatos especulativos acerca de la animalidad del perro. Intentaremos definir qué elementos concretos de la sociabilidad del perro se ponen en juego, cuales son las operaciones de cada autor en el marco del género de la ciencia ficción, y qué sucede con la concepción de la alteridad del animal.

En el campo de los animal studies surgieron una serie de textos en las décadas de los ’80 y ’90 (Deleuze, Derrida, Birke, Haraway) que han redefinido las relaciones de alteridad entre hombres y animales. Siguiendo el marco teórico que estos autores proponen, buscaremos en los textos literarios un desplazamiento activo de la mirada hegemónica y un borramiento positivo de los límites humano/animal, en favor de una noción de “alteridad significativa” (Haraway), que nos permita reformular la larga historia de la domesticación del perro como una historia de co-evolución y co-dependencia. En este marco pensaremos el lugar del perro en la sociedad humana, en el mundo del trabajo, de la ciudad y el campo, y de la sociedad moderna.

Por otra parte, la premisa especulativa del perro intervenido posibilita la aparición de la lengua humana en el perro, recurso de antropomorfisación que posibilita un devenir animal del texto: una salida parcial del punto de vista humano que. El texto no configura así al perro como objeto de conocimiento, sino que se pregunta por la relación que emerge entre las partes. En contraposición a este devenir se encuentra la autoridad masculina del científico creador que pone límites a la integración social del perro, controla sus prácticas y su lengua, para así dominar la fuerza deconstructiva de su creación y reafirmar su lugar central como sujeto histórico moderno.

El progreso tecnocientífico, sumado a las grandes crisis del siglo XX, serán entonces marco y disparador de estas fuerzas disidentes que cuestionan la autoridad hegemónica de la mirada del hombre sobre el animal.