En 1994 Jacques Derrida publica el ensayo Políticas de la amistad, el cual se inscribe en una larga cadena de trabajos cuyo horizonte es el de la política como problema: como problema de la mismidad, de la comunidad, de la familiaridad, de la amistad. Y de la alteridad que asedia ya siempre y de manera espectral a todas estas instancias. Alteridad que, según nuestra hipótesis, posibilita cualquier tipo de politicidad a la vez que hace temblar, tambalear, sus fundamentos. Tal como lo piensa Mónica Cragnolini, el animal es ese otro “más otro que cualquier otro”, aquel que nos lleva a una instancia de alteridad radical en la que no existiría identificación ni semejanza posibles.

Nuestro objetivo girará en torno a reconsiderar la figura del amigo en tanto que alteridad espectral que toma la forma del animal. Esto abre una serie de posibilidades para pensar una forma distinta de “política”, a la que, quizá, justamente ya no le corresponda ese nombre. Este amigo espectral pone en jaque no sólo el tiempo de la política, el presente político, sino especialmente al quién de la política. La tradicional asociación de este tópico con el concepto de hermano (siempre varón) es perturbada por el espectro, por la espectralidad de una amistad que ya no se agota en sus referencias antropocéntricas y humanistas. Una amistad que, en síntesis, nos interpela más allá de toda identificación posible, más allá de todo cálculo y de toda anticipación: ¿qué lugar se abre para pensar eso que tan superficialmente denominamos 'el animal' a partir de la figura de la alteridad espectral? ¿Es posible una amistad con el animal? ¿Y una hospitalidad (con el) animal?

Situados en esta “especie de hiperaporética”, buscamos recorrer y aclarar la filiación entre las nociones de alteridad, espectro y hospitalidad tal como resulta posible a la luz del mentado texto, con el fin de sugerir, de manera preliminar y no programática —tal como el propio Derrida declara—, un pensamiento diferente de la animalidad.