En los últimos años y con los cambios socioeconómicos un área de estudio que no era controversial se ha polemizado. En la esfera de la moralidad surge un debate donde la gente se pregunta si las formas de explotación animal son adecuadas. Inician a aparecer respuestas que el conglomerado social que vivían en aquella sociedad de siglos pasados no respondía. Esto se debe en parte por la migración del campo a la ciudad, que no ha sido una realidad aislada a escala mundial, siendo esta un escape a diferentes situaciones de desigualdad social. Y trayendo consigo el cambio de paradigmas. Puesto, que las personas que habitan en la ciudad tienen relaciones diferentes con los animales a las personas que habitan el campo. Estos intercambios son significativos pues los problemas que, se encontraban en una esfera moral pasan a tener relevancia jurídica.

Las relaciones morales no se circunscriben simplemente a las relaciones con otros humanos solamente, sino amplia la alteridad moral. Es decir, que como animales que razonamos y nos podemos dar a entender por el habla, tenemos responsabilidad moral no solo entre nuestra especie Homo sapiens. Sino por el contrario, esta se amplía a lo transgeneracional e incluso tenemos obligaciones morales con aquellos que no han nacido. Es aquí donde se centra el tema de discusión porque ampliamos y rompemos la frontera de la especie humana, por cuanto tenemos relaciones morales con los que no son humanos.