Última modificación: 2019-07-19
Resumen
En Dzhan (1934) de Andréi Platonov, los animales pululan en el desierto de Sari-Kamish, en la recién creada República Socialista de Turkmenistán. Un camello, un carnero, una tortuga y una pareja fantástica de cisnes águila (entre otros) devuelven al protagonista una mirada inteligente y “humana”. La crítica se ha posicionado de maneras diferentes al respecto, desde quienes defienden que así se plasman las ideas del filósofo del cosmismo N. Fiódorov (Rogova, 2007) hasta quienes ven en ello su superación (Zherebiátiev, 2014), lo que a su vez implica una defensa o negación (por parte del crítco) de la construcción útópica en el relato. En esta línea, las representaciones de los animales suelen ser pensadas como leyenda, antropormofización, metáfora o metonimia de las vivencias del narrador. En el presente trabajo, a partir de la escena de los cisnes rapaces, argumentaremos a favor de un tratamiento de la animalidad que es una verdadera línea de fuga. Esto explica las ambivalencias del relato a la vez que permite escapar tanto de la utopía como de la antiutopía (en la medida en que comparten una misma lógica). Surge así un hic et nunc radicalemente igualitario que va más allá de los animales para incluir las plantas y las cosas en una verdadera “vida inorgánica” (Deleuze y Guattari, Mil mesetas). Para anclar este último punto compararemos el tratamiento de los animles en Dzhan con el que reciben las máquinas en La procedencia del maestro (1928), también de A. Platónov.