Última modificación: 2019-07-19
Resumen
Isaak Bábel compuso Caballería roja, con más de treinta relatos del frente soviético en Polonia durante la guerra civil que siguió a la Revolución rusa. Estos relatos están hilados por una voz narrativa, la de Liútov, un corresponsal destacado en el primer ejército de caballería, que les da continuidad. Desde el principio, este personaje se nos muestra como el distinto entre los cosacos. Por usar anteojos, tiene este recibimiento. Si los anteojos, la escritura y la lectura, que son actividades propias del ser humano, son despreciados, Liútov, en cierto modo, no pertenece a lo cosaco y desde este lugar, desde esta no pertenencia, logra “leer” cuáles son los valores que sí tienen ellos. Lo instintivo, lo animal, es puesto en primer lugar: el sistema de valores en ese ámbito es otro.
Entender a los cosacos le permite a Liútov narrar y describir en clave cosaca. Esto quiere decir que establece una jerarquía con tres categorías que resumimos formando un breve ABC del mundo de la Caballería roja: “A” de “alas” (que incluye aves y abejas); “B” de “bestias”, (que incluye bestias, bichos y animales que pertenecen a y connotan lo bajo); “C” de “caballos”. Los animales alados tienen una valoración positiva dentro del paradigma cosaco. Lo bestial, lo “bestializado”, en cambio, tienen una función distinta, principalmente la de insultar. En consecuencia, hay un movimiento doble a partir del cual quien insulta se eleva por sobre la persona insultada, que es descendida. Los caballos, muy por el contrario, son los animales más altos, nobles y amados. A veces, son considerados como hijos; otras, como padre o amigo.
Liútov pone en palabras lo que tiene ante sí (como Adán, que nombra a los animales). Es el hombre que clasifica y, en su discurso, ordena lo cosaco, lo animal, de un modo entendible. Sin embargo, Liútov aprendió y comprendió a su entorno para poder devenir cosaco. Pese a que “los animales son manadas, y que las manadas se forman, se desarrollan y se transforman por contagio” (Deleuze, 2003: 248), Liútov no puede “contagiarse” de todo, porque hay un rasgo cosaco con el que no comulga: la violencia. De este modo, aunque aprende a montar a caballo, aunque se haga amigo de ellos, no logra ser cosaco en su totalidad. Entonces, este “cuatro ojos” ocupa un lugar periférico, pero de cosaco al fin.
El escritor soviético Isaak Bábel, corresponsal de guerra de El Jinete Rojo en el frente soviético en Polonia durante la guerra civil, fue el autor de Caballería roja. Este libro contiene más de treinta relatos fragmentarios y discontinuos. Sin embargo, hay una voz narrativa, la del personaje Liútov, que, de maneras distintas, les da una continuidad a los relatos. Este narrador a veces se esconde tras otras voces y otras veces emerge y cuenta lo que ocurre en estas regiones polacas. Para realizar ese doble movimiento de esconderse y mostrarse, habilita otras voces y transcribe cartas de otros personajes. Esto genera cierta continuidad entre los relatos.
Liútov es tratado como un distinto entre los cosacos. Desde el principio, se burlan de él por usar anteojos. “De modo que un hijito de mamá –exclamó [Savitski, el jefe de la Sexta División] entre risas-, hasta con gafitas en la napia; un inútil más… Os mandan por las buenas, sin enterarse de que aquí a los que gastan gafas les cortan el cuello” (Bábel, 1999: 64) es el recibimiento que tiene apenas empieza a formar parte del ejército cosaco. Sin embargo, apenas después de eso, le dan una de las claves para ser aceptado: “eche usted a perder a una dama, a la más inmaculada, y verá como [sic] le quieren los soldados” (Íbid.). Los valores con los que se manejan los cosacos, son distintos a los valores, más humanistas, que maneja Liútov. Si los anteojos, la escritura y la lectura, que pertenecen sólo a lo humano, son despreciados, lo instintivo, lo animal, es puesto en primer lugar, dentro de el sistema de valores que es otro. “El experimento cognoscitivo[1] que está en juego en esta diferencia concierne, en último análisis, a la naturaleza del hombre, más exactamente, a la producción y a la definición de esta naturaleza” (Agamben, 2006: 49). Agamben toma el concepto “experimento cognoscitivo” de Santo Tomás de Aquino:
Más bien, tenían necesidad de ellos para obtener en su naturaleza un conocimiento experimental [Indigebant tamen eis ad eperimentalem cognitionem sumandam de naturis eorum]. Dios condujo los animales ante Adán para que les impusiese un nombre que designaba su naturaleza (Santo Tomás de Aquino en Agamben, 2006: 48)
De este modo, Liútov, al narrar y describir, se posiciona como el hombre ante las bestias y es él quien nombra como animales a otros personajes[2].
[1] Agamben toma este concepto de la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Allí, el santo escribe que “Dios condujo los animales ante Adán para que les impusiese un nombre que designaba su naturaleza”, lo que significa que el hombre es quien puede nombrar lo que lo rodea.
[2] Si bien dentro de los relatos algunos personajes humanos tratan de animales (tanto con insultos como con halagos) a otros, los leemos a través de lo que narra Liútov. El resto de los personajes son hablados por él: él los hace hablar.