Caballería Roja de Isaak Bábel muestra los efectos de la guerra en el hombre: cómo los límites se corren, las certezas se vuelven preguntas y los valores se invierten con el resultado de un mundo sin ley. Bábel fue un intelectual que tuvo el valor de ubicarse en esa frontera, en una cornisa de la civilización, y desde allí se atrevió a ver y mostrar qué hay del otro lado. Básicamente un atavismo de hombres al borde de la humanidad, tan corridos de todos los límites conocidos por el autor que este solo pudo (intentar) explicarlos a través de comparaciones con animales. En todo caso se puede ver que la guerra y el efecto que produce sobre los hombres enturbió las líneas que existían entre los cosacos y sus monturas, para dejar como efecto seres híbridos, de otro mundo, con una parte distinta a la que el autor no tuvo acceso, a la que veía a la vez con temor, aversión y reverencia. En el libro se percibe una culpa, un remordimiento por no comprender ese mundo pragmáticamente despiadado, del que Bábel se vio obligado a tomar distancia, tanto en la realidad (con un seudónimo con el cual firmaba sus crónicas desde el frente de guerra) como en la ficción (donde el seudónimo se convirtió en un alter ego), para retratar a estos hombres venidos de lejos, acaso no solo del campo, sino de otra parte, de un pasado de mitos y leyendas, con otras reglas, valores y verdades, hombres que encontraban su esencia en la unión con el caballo volviéndose ambas especies dependientes e inseparables. Este libro nos recuerda que el hombre es un hecho cultural. El hombre crea su cultura, y construye su mundo. Tal vez un mundo construido alrededor de un caballo lo humanice, o tal vez la cercanía del caballo animalice al hombre, o tal vez ambos hagan un movimiento hacia el medio, a una zona gris, dinámica, de movimiento constante. Acaso el autor vio en los cosacos bestializados en el horror de la guerra a la humanidad de una forma única, y por eso sintió la necesidad de retratarla.