El ámbito de influencia de la cultura griega, tan amplio como los límites demarcados por las conquistas de Alejandro Magno, estableció una serie de sustratos culturales que homogeneizaron durante un tiempo considerable las múltiples identidades pobladoras de aquel vasto imperio. Más tarde, los sucesores del macedonio hubieron de apelar a la existencia de este trasfondo para legitimar su dominio sobre aquellos colectivos cuyas particularidades los compelían a sostener su modo de vida previo. A raíz de esto, este trabajo postulará que la παιδεία griega, entendida como la serie de elementos que hacen parte fundamental de la condición de ciudadano en la esfera cultural grecomacedónica, conforma por sí misma un caso de transterritorialidad (Dubatti: 2008) y, por ello, puede erigirse de pleno derecho como un motivo del cual podrán beber las producciones letradas pertenecientes a cualquier colectivo influenciado directa o indirectamente por ella. Para comprobarlo, analizaremos el testimonio que brinda el Libro IV de Macabeos en tanto que reúne en si los elementos más destacados de la composición helenizante junto con los temas y motivos característicos del judaísmo del Segundo Templo. La conjunción de ambos elementos, superadora de las encrucijadas geográfico-histórico-culturales propias de cada uno de sus componentes, dotará a este tratado de una adaptabilidad notoria que implicará que la formación griega se habrá convertido en un rasgo sociocultural que no estará vinculado unilateralmente a quienes le dieron origen sino más bien a todos aquellos que comulguen con la versatilidad que le ha permitido perdurar en un amplio número de sociedades.