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Al finalizar la década del treinta, Rosario presentaba signos de gran urbe. En el ámbito de la cultura grupos de artistas plásticos afianzaban sus actividades. Ligados a ellos, aunque no consustanciados entre sí, comenzaron sus acciones los poetas de la denominada “Generación del cuarenta”.   Arturo Fruttero, Facundo Marull, Felipe Aldana, Beatriz Vallejos, además de coincidencias temporales y espaciales, constituyeron, frente a la poética de José Pedroni o la narrativa de Mateo Booz, la innovación de la lengua literaria en temas y formas.   Heterodoxos, emparentados por coetaneidad pero a la vez personales en técnicas de expresión, representaron lo que hoy podría denominarse la vanguardia de la ciudad