Entre la década de 1830 y 1860 el pintor afroporteño Rosendo Mendizábal incluyó en su producción artística, la ejecución de cuadros y prendedores con pelo. Su técnica consistía en realizar composiciones paisajísticas mediante la incorporación de cabello humano distribuido estéticamente. Esta práctica se relacionaba estrechamente con el uso de relicarios con cabello, práctica que se desarrolló desde los siglos XVII y XVIII en Europa, alcanzando su apogeo en la centuria siguiente, intrínsecamente relacionada con el ritual social del duelo decimonónico. En el presente abordaje, tomaremos por caso obras atribuidas a Mendizábal como Paisaje con iglesia, (1854) pertenecientes al Museo de Arte Hispanoamericano «Isaac Fernández Blanco». El hilo conector, serán los postulados de Alfred Gell sobre agencia, esta teoría nos permitirá ver cómo Mendizábal no solo vinculaba estas obras con el representado a través de la imagen, sino que al incluir cabellos del difunto antes que una mera sustitución metonímica del sujeto presenta a la persona fragmentada, distribuida más allá de las fronteras de su cuerpo.