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Plácido Sánchez, Antonio Ariel y una brújula de perspectivas: dos miradas sobre un mismo objeto, una misma aventura
Última modificación: 2021-02-23
Resumen
En el siguiente trabajo intentaremos mostrar cómo a través de los personajes principales del relato utópico El archipiélago maravilloso de Luis Araquistáin se abren dos perspectivas aparentemente alejadas e incluso irreconciliables, pero que, sin embargo, pueden resultar muy próximas si se las considera desde una concepción humanista –donde el hombre no es visto como un instrumento sino como un fin en sí mismo– puesto que se encuentran en el afán de imaginar una comunidad libre, justa y equilibrada.
La utopía se describe como la evocación de un espacio proyectado en una ciudad ideal que alejada del mundo presente se encuentra oportunamente ligada a él por medio de la reconstrucción, de la degradación o de la esperanza: esta distancia es recorrida a través de la navegación desviada de su curso original a causa de un naufragio o de un extravío. Entre estas dos sociedades –la que podríamos llamar real o sociedad de origen y la ficticia o de destino– media un océano que en ocasiones se abrirá para dejar pasar a los náufragos y permitirles el arribo a estos nuevos mundos, donde permanecerán por un tiempo descubriendo las sorprendentes características de estas sociedades –principalmente su cultura y forma de gobierno– que esconderán siempre un gran secreto resguardado por sus celosos habitantes y que al ser revelado a los recién llegados mostrará las razones por las cuales se ha alcanzado ese estado de cosas.
En estos espacios de clausura –la clausura de la isla y la de la cofradía marítima– los dos amigos, Plácido Sánchez y Antonio Ariel, parecen representar la dicotomía instinto/razón –muy cercana al positivismo con atisbos humanistas del autor– que intenta resolverse en una suerte de síntesis plasmada en un mismo deseo: la búsqueda del bien común.
Así, una vez abiertas estas experiencias de lo otro –posibilitadas por la navegación– se abren el universo de la utopía y la aventura maravillosa habilitando a su vez, al regreso, la aventura de narrarlas.
La utopía se describe como la evocación de un espacio proyectado en una ciudad ideal que alejada del mundo presente se encuentra oportunamente ligada a él por medio de la reconstrucción, de la degradación o de la esperanza: esta distancia es recorrida a través de la navegación desviada de su curso original a causa de un naufragio o de un extravío. Entre estas dos sociedades –la que podríamos llamar real o sociedad de origen y la ficticia o de destino– media un océano que en ocasiones se abrirá para dejar pasar a los náufragos y permitirles el arribo a estos nuevos mundos, donde permanecerán por un tiempo descubriendo las sorprendentes características de estas sociedades –principalmente su cultura y forma de gobierno– que esconderán siempre un gran secreto resguardado por sus celosos habitantes y que al ser revelado a los recién llegados mostrará las razones por las cuales se ha alcanzado ese estado de cosas.
En estos espacios de clausura –la clausura de la isla y la de la cofradía marítima– los dos amigos, Plácido Sánchez y Antonio Ariel, parecen representar la dicotomía instinto/razón –muy cercana al positivismo con atisbos humanistas del autor– que intenta resolverse en una suerte de síntesis plasmada en un mismo deseo: la búsqueda del bien común.
Así, una vez abiertas estas experiencias de lo otro –posibilitadas por la navegación– se abren el universo de la utopía y la aventura maravillosa habilitando a su vez, al regreso, la aventura de narrarlas.
Palabras clave
El archipiélago maravilloso; relato utópico; humanismo; perspectivas; lo otro
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