Última modificación: 2018-11-27
Resumen
El discurso de defensa del anciano sacerdote Eleazar ha sido considerado por muchos estudiosos de la historia de Israel en tiempos de persecución como la piedra basal de la construcción textual de lo que se entiende como ‘mártir’, con todas las nobles actitudes a este adscritas. En los textos en que aparece destacada dicha peroración, los libros II y IV de los Macabeos, su actitud ante la tortura próxima lo construye como un ejemplo a seguir, no solo por los que serán castigados luego de él sino, incluso, por todos los espectadores a tal evento. Entre los condenados al cadalso se hallará una mujer con sus siete hijos que encarnará tanto esa ejemplaridad avant la lettre que postula el anciano como una interpretación de la misma aún más profundamente helena, a pesar de su extranjería. En consecuencia, proponemos abordar en este trabajo la condición totalmente liminar y al mismo tiempo paradigmática de lo propio (i.e. lo griego) de esta figura femenina. Su distancia estaría marcada por las aristas diversas que conviven en ella en tanto mujer, hebrea y viuda. La expresión de sus ideales en la lengua de sus ancestros debería configurarla como una presencia totalmente ‘otra’ y –por lo tanto– plausible de ser castigada. Pero a la luz de su actuar y su consecuente muerte, esa interpretación se cancelaría en pos de entenderla como otro ejemplo, incluso más completo, de una extranjera que se conduce de un modo más filosófico que los propios griegos. Las virtudes de esta madre encontrarían basamento profundo en los postulados de las escuelas de pensamiento en boga entre las elites helenísticas reservándole un lugar destacado en la consideración del otrora cruel soberano que no se compadeció de su situación. El idioma y el cuerpo de la mujer se amalgamarán para constituir su identidad desde las acciones tanto como desde las palabras. Por lo tanto, creemos, se constituirán de ese modo en un fructífero lienzo en el que todos los que se identifiquen con sus valores, sus hechos y sus dichos puedan replicarlos para conformar una comunidad tan o más sensata, y –sobre todo– mucho más coherente y consecuente consigo misma que la que pretende reprimirlos. El antecedente establecido por el anciano, finalmente, se potenciará de forma que ambos modos de resistencia –el ‘activo’ y el ‘pasivo’– se equilibren y complementen construyendo un modelo de acción prácticamente ideal.