El presente trabajo busca ilustrar la escena musical underground porteña entre 2005 y 2010, marcada por las restricciones, la censura y las clausuras a los espacios con música en vivo a causa de la tragedia de Cromañón. A su vez, se intentará demostrar cómo estas restricciones incidieron directamente en la creación artística, al deber los músicos investigar estrategias estéticas para poder seguir desarrollando su oficio y cuidando la instrumentación para sus conciertos, donde tendieron a un masivo ‘desenchufe’. Los músicos tocaron sin amplificación, los arregladores investigaron en tímbricas orquestales y los cantantes desarrollaron mayor intensidad en sus estilos vocales. Incidió entonces un límite externo en la creación artística, en torno a la cual la escena musical underground definió su propia tímbrica y estética acústica.