Última modificación: 2017-07-17
Resumen
El presente trabajo es un análisis de la política de educación pública propuesta por Simón Rodríguez, Director General de Enseñanza Pública nombrado por Bolívar, durante la disputa con el clero conservador y la elite tradicional por la organización y control de la educación pública en los primeros años de la República de Bolivia, durante los gobiernos de Bolívar e Sucre. Se hace énfasis en la legislación educativa de 1825 a 1826, la cual da indicios de su labor intelectual y proporciona elementos para comprender la oposición católica y el anticlericalismo liberal radical de Simón Rodríguez, y la legislación hostil de Bolívar y Sucre que contribuyó para cerrar 25 de los 41 conventos de Bolivia un año después de la creación de la República, destinando estas infraestructuras para el establecimiento de escuelas primarias, colegios, hospicios y hospitales, además de financiar la educación pública con los bienes y los alquileres de los espacios despojados a la Iglesia y al clero.
En la recién establecida República de Bolivia, el principal decreto sobre educación pública data del 11 de diciembre de 1825. Considerando que el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo – y que esta debe ser igualitaria y general, y que la salud de una república depende de la moral de la educación que se adquiere en los primeros años de infancia – la ley determinó que el director propusiese al gobierno un proyecto que abarcase todos los ramos de instrucción, instaurándolo de manera general a todos los poblados de la República; y que sin perder tiempo se proceda a establecer en cada capital de departamento una escuela primaria para recibir niños de ambos sexos; que se designase los mejores edificios para utilizarlos como colegios de ciencias y artes y que las escuelas primarias se establecieran acorde a las de Chuquisaca; y que en cada departamento se destinen fondos para estos establecimientos de todos los impuestos de inmuebles, derechos, alquileres y acciones de capellanía aplicados a los establecimientos públicos. El clero se resistió a la aplicación de esta legislación, conspirando contra el gobierno de Sucre y saboteando el proyecto de Simón Rodríguez, “puesto que los decretos fueran revisados y casi redactados por él antes de publicarse […] Pero, lo que más alarma causó, fue que dijo que o él había de poder poco, o que antes de seis años, él destruiría en Bolivia la religión de Jesucristo”.
Denunciado por sus vicios y ridiculeces, se le despreció como merecía y el Gobierno lo declaró loco – mandó echar a la calle los niños, porque los más eran cholos, ladrones los machos y putas las hembras (según un informe de un sujeto muy respetable, que a la sazón era Prefecto del Departamento) – se aplicó el dinero à la fundación de una casa para viejos – á reedificar un colegio para enseñar ciencias y artes à los hijos de la gente decente – a establecer la escuela de Lancaster para la gente menuda […] Bolívar (decían varios sujetos principales) por acomodar a su hombre le dio una importancia que no tenía…