Última modificación: 2018-02-05
Resumen
Si en Dos veces junio o en Ciencias morales de Martín Kohan, la microfísica de los gestos cotidianos podía ofrecer, a partir del desmontaje de las piezas aparentemente banales del juego del autoritarismo, una clave de comprensión de la realidad social, en Cuentas pendientes, los hábitos cotidianos, los avatares del cuerpo desplegados en detalle o en un tono que funde humor y crueldad, ponen en primer plano un esfuerzo de captación de una existencia que paradójicamente y al mismo tiempo –justamente por sus elementos nítidamente dispuestos y recortados– deriva en un conato absurdo.
La vida de Giménez es presentada por una mirada que intenta reconstruir su mundo de un modo casi entomológico, generando el efecto de un puro registro que se abstiene de indagaciones o esfuerzos interpretativos y que desemboca en el fracaso de la escritura. Giménez no es un héroe ni un antihéroe: solo se le podría asignar la categoría de lo ominoso que está ahí todo el tiempo y que se resiste a ser leído, una terquedad inquietante e irreductible que no interactúa, aquello que no se puede abordar, y ante lo cual el intelecto y la imaginación solo se ofrecen como fuente de una deuda: la del escritor.