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El campo en cuestión. Reflexiones en torno a la revista universitaria "Insurrexit"
Diego Antico, Nina Jäger

Última modificación: 2018-11-27

Resumen


La revista universitaria Insurrexit apareció entre 1920 y 1921 en Buenos Aires. A pesar de la importancia de muchas de las figuras que pasaron por sus páginas (Horacio Quiroga, Alfonsina Storni, Leopoldo Lugones, Eduardo González Lanuza, entre muchos otros) y de la centralidad de las problemáticas que toca, ha sido hasta el momento poco abordada por los trabajos que estudian el período. Esta invisibilidad se complementa con el hecho de que aún permanece incompleta la colección, puesto que se conservan sólo seis de los doce números publicados.

Oscar Terán (2010) la menciona brevemente, dentro del marco histórico particular signado por el espíritu de la Reforma Universitaria de 1918, como una de las expresiones del antiparlamentarismo de la época. Pero a la hora de abordar las visiones más “radicales” del período, en oposición al “moderatismo” predominante, sólo menciona el caso de la revista Inicial y de otras intervenciones aisladas.

Quien se encargó de rescatar y dar visibilidad a Insurrexit fue Horacio Tarcus. En su artículo “Revistas, intelectuales y formaciones culturales izquierdistas en la Argentina de los años ‘20” retoma una idea propuesta por Beatriz Sarlo en su libro Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930 (1999) para asegurar que los jóvenes que más entrada la década del ‘20 adscriben a aquello que se lee como el “vanguardismo puro” y apolítico de Florida comenzaron a crearse un lugar en el campo intelectual argentino como anarquistas o socialistas cercanos ideológicamente a la Revolución Rusa. Tarcus entiende al grupo universitario Insurrexit, responsable de la edición de la revista, como un “vocero del ala izquierdista de la Reforma Universitaria”, caracterizado por un “espíritu entre comunismo anárquico y marxismo libertario” (Tarcus 2004: 751). Si bien el grupo no tuvo en tanto tal una filiación partidaria explícita, muchos de sus miembros estaban vinculados a “tercersitas” del Partido Socialista (uno de ellos, Juan Antonio Solari, participará directamente en la revista) y, años más tarde, otros se afiliaron brevemente al Partido Comunista. A su vez, el referente internacional de Insurrexit es el grupo Clarté, del cual participan Romain Rolland y Henri Barbusse –este último tendrá una colaboración especial en Insurrexit–. En el trabajo citado, Tarcus también sostiene que esta revista pertenece de algún modo a una serie de grupos y revistas jóvenes que en los primeros años ‘20 tenían cierta inclinación anarco-socialista, como Cuasimodo, publicación de la que participa Julio R. Barcos, quien también colabora con Insurrexit.

Finalmente, Daniela Lucena y Julia Risler retoman la revista en la ponencia “Años 20: discusiones y debates en torno al arte y la cultura, en publicaciones vinculadas al Partido Comunista Argentino (PCA)”. Bajo el tamiz de las lecturas de Tarcus y Sarlo, las autoras brindan un importante aporte desde la sociología en la reconstrucción de las filiaciones ideológicas de la revista, pero sin analizar exhaustivamente sus números y notas. El objetivo de este trabajo es realizar un nuevo abordaje de Insurrexit desde el terreno de las Letras, considerándola de suma importancia para ofrecer una visión más completa acerca de la complejidad de la configuración de los campos intelectual y literario del período; campos que, predominantemente, han sido reducidos a unidades homogéneas y discretas, principalmente a partir de la oposición, más teórica que práctica, establecida entre los grupos de Florida y Boedo. Esta oposición condujo a leer, en el espacio argentino, una irreductibilidad entre la vanguardia estética y la vanguardia política.

Si bien las páginas de Insurrexit comparten muchos de los conceptos y preocupaciones recurrentes en la época de la Reforma Universitaria, es posible ver cómo la dirección que estos adquieren es sensiblemente diferente. Terán habla acerca de las posturas “radicales” de este período, que dan por tierra la visión uniforme de los años ‘20 que guía el análisis de algunos críticos como Juan Carlos Portantiero respecto de la situación económica y social del período: “Aquel clima social general en el que se reconoce la bonanza dominante de los ‘20 no implicó (…) la ausencia de discursos extremos en el ámbito intelectual. Implicó seguramente la imposición de condiciones limitativas a la expansión del discurso de los modernos intensos” (Terán 2008: 50).

Esta posibilidad de que similares conceptos tomen sentidos y direcciones diferentes es teorizada por Pierre Rosanvalon (2002). Los conceptos políticos no son unidades discretas, cerradas, dotadas de una coherencia interna, sino elementos polisémicos, internamente inestables y, por lo tanto, válidos para realizar constelaciones diferentes. Este concepto de constelaciones es utilizado intencionalmente para recuperar el sentido que le da Benjamin, sugiriendo “una yuxtaposición no totalizadora de elementos cambiantes, un interjuego dinámico de atracciones y aversiones, que no tienen un principio generador primario, ni un denominador común, ni una esencia inherente” (en Jay 2003: 14). Esta dirección divergente que adquieren en Insurrexit muchos de los conceptos presentes en la Reforma está ligada a una lectura en clave materialista tanto de las condiciones contextuales como de la toma de palabra por parte del intelectual.


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