La novela de Busqued transita un espacio periférico, ciertas áreas marginales que delimitan un recorrido fuera de ley. Sus personajes proponen las voces y las miradas en función de las cuales el relato configura la trama de una pequeña red delictiva basada en el secuestro, la extorsión y los métodos más crueles y violentos sobre sus víctimas.

La novedad de la novela radica en la normalización y banalización de la violencia, la ausencia total de una conciencia capaz de interrogarse. Los personajes de esta red delictiva parecen desconocer el hecho de que están haciendo algo reprobable. La víctima es despojada de su condición humana, se la percibe como un otro animalizado. El registro del relato se entrelaza con los documentales sobre la vida salvaje de los animales. La crueldad y el salvajismo animal ofrecen una guía de perspectiva para observar la realidad cotidiana desde una mirada que naturaliza la violencia enmarcando a los sujetos como seres biológicos, despojados de atributos humanos.

La violencia hacia el otro es practicada y asumida como si fuera un juego. Así la representación de estas subjetividades da cuenta de cierta obturación sensorial que impide interrogarse y cuestionar las prácticas que conforman los patrones de comportamiento de una cotidianidad atroz.