En un análisis de los ejemplos I, XXXII y LI del Libro del Conde Lucanor se observa el papel que desempeñan la vestimenta y los desnudos en el desarrollo exitoso de un engaño. Las ropas y su ausencia, como elementos susceptibles de lectura, son funcionales a la creación de las ficciones que contienen estos apólogos. Cada uno presenta una forma diferente de engaño que amenaza o favorece a un rey, dando lugar a que demuestre el tipo de hombre y de lector de la realidad que es. Sustentados en la fuerza simbólica de la vestimenta, estos ejemplos funcionan en última instancia resaltando la importancia de que un rey sea sensato y bien aconsejado, y contribuyen con el trabajo de auto-legitimación como consejero real que realiza don Juan Manuel a través de su obra.