Última modificación: 2019-05-31
Resumen
En esta ponencia nos interesa abordar la animalidad a partir del cuestionamiento del concepto de soberanía. Siguiendo a Derrida, partiremos de la hipótesis de que el privilegio del “sujeto humano” en la cultura occidental responde a un humanismo sustentado en una estructura sacrificial de asimilación del otro no humano. La política ha construido sus límites desde la semejanza, es decir, a partir de determinaciones fraternalistas. La soberanía se relaciona con la lógica de la mismidad, en tanto puede analizarse como auto-posición de lo mismo. El soberano concentra en su única figura el poder absoluto e indivisible. Además, su omnipotencia se manifiesta en el hecho de que instaura la ley y se ubica por fuera de ésta, por lo tanto, tiene la atribución de decidir sobre la vida y la muerte del resto de los vivientes. La devoración (interiorización) de los sujetos y su vociferación (exteriorización) al interior de un cuerpo político demuestra el proceso bestial que caracteriza la conformación de un espacio político. La bestialidad de este proceso permite problematizar los límites entre lo animal, lo bestial, lo humano y lo divino. A pesar de que la soberanía se configura como lo propio del hombre, construida a semejanza de Dios, su funcionamiento es análogo al de las bestias.
Por lo tanto, la deconstrucción de la soberanía en esta ponencia implica, por un lado, el análisis de la maquinaria sacrificial que explica el dominio sobre la alteridad y, particularmente, sobre lo animal o aquello considerado animal, que aparece como el otro más radicalmente otro. La lógica soberana de los iguales ordena la apropiación de los vivientes animales, instaurando la superioridad humana sobre estas (otras) vidas. Así, este análisis posibilita realizar una crítica sobre los efectos de la soberanía, donde la preservación de la vida supone el sacrificio de la vida. Esta experiencia sacrificial, sustentada en el ejercicio de la crueldad, se lleva a cabo como regulación de la diferencia. Por otro lado, la deconstrucción de la soberanía permite problematizar la noción de soberanía como esfera incontaminada, al poner en cuestión las fronteras que delimitan aquello propiamente humano. El análisis de las múltiples analogías entre la bestia y el soberano evidencia que la soberanía, lejos de encontrarse amenazada por algo exterior, se encuentra habitada desde siempre por la alteridad.