En Caballería Roja y Dzhan la categoría de “hombre” aparece atravesada por devenires que la desestabilizan y la ponen a prueba mostrando que esa condición ubicada, por encima de muchas otras, no diferenciaría tan tajantemente al hombre de las demás porque como explica Agamben “la división de la vida en vegetal y de relación, orgánica y animal, animal y humana pasa entonces, sobre todo, por el interior del viviente hombre como una frontera móvil” (Agamben, 2006: 35). Frontera móvil que vendría a evidenciar la caída de todo tipo de jerarquías, de divisiones, de delimitaciones mezclándose de esta manera con la naturaleza, con todo ser vivo - y no vivo -, y con el entorno en el que se sitúan ambos relatos. En Dzhan se genera una conglomeración - animal, vegetal, mineral y humana - en la que las diferencias son casi o imperceptiblemente nulas, y en Caballería Roja la situación de guerra constante y el acompañamiento del clima general se unen al estado de ánimo de los personajes.

El narrador presenta personajes actuando en situaciones límite, situaciones donde el hombre se ve completamente degradado, y predomina un profundo desprecio por la vida. Por lo tanto lo que importa ya no es tanto la división categórica en hombre, animal, naturaleza sino la lucha diaria por sobrevivir a la guerra en el caso de Caballería Roja y a la desolación del desierto en Dzhan. Recurrir a la animalidad permite denunciar que la vida llegó a un estado en que no vale nada, tanto en Dzhan donde la gente se encuentra desamparada y ya no quiere vivir como en Caballería Roja donde se explica que el primer saber de un hombre es el de “matar”.

Las personas que viven en el pueblo Dzhan se erosionan con la naturaleza, devienen  todo aquello que encuentran a su paso, son uno con el desierto; su alma embotada y su sentir no son más que un reflejo del clima que los rodea. En Caballería Roja el entorno hostil, sangriento, cruel y de supervivencia y alerta permanentes en el que se mueven los hombres, así como las acciones que terminan por ejecutar irreflexivamente, hacen que la categoría de humano se mezcle con ese entorno, los sentimientos se exacerben, y se despierte en ellos un devenir que los aleja de la humanidad y los acerca al salvajismo.