Eventos Académicos, I Encuentro Nacional sobre Utopías y sus Derivas

Tamaño de fuente: 
"40 años de ‘fantasmas semióticos’. Sobre futuros perdidos y futurologías pandémicas"
Alejandro Goldzycher

Última modificación: 2021-08-11

Resumen


En 1981, William Gibson publica "El continuo de Gernsback". Un fotógrafo acepta ilustrar el libro La futurópolis aerodinámica: el mañana que nunca fue. Rastreando la arquitectura de los años treinta, el narrador sufre visiones de un presente alternativo: el espectacular Futuro del utopismo modernista y la ciencia ficción pulp. Son "fantasmas semióticos": trozos de imaginería cultural profunda que se activan ante ciertos estímulos. Con la erosión de las mitologías del futuro a finales del siglo XX se instaló una discronía: la museización del Futuro y su espectral asedio del presente. Si su arqueología de futuros-pasados prefigura la exploitation retrofuturista, la ambientación del relato en el presente anticipa la deriva de la producción gibsoniana. Sus novelas de la década del 2000 expresan una convicción: el mundo se había vuelto más "cognitivamente disonante" que cualquier futuro imaginario, y la ciencia ficción era más apta para desentrañarlo que un realismo reificado. La realidad resultó más banal. Utopía y distopía se reconocen ya no solo como matrices opuestas de futuros temidos o deseados –o ambos, a fuerza de una estetización anestésica– sino como variantes de una imaginación "encantada" del futuro ante el prosaísmo de un Presente como futuro no-realizado (duelo por los futuros perdidos) o, peor, como futuro realizado (muerte de la catexis futurista).

A cuatro décadas del fundacional relato de Gibson, la irrupción de la pandemia de COVID-19 nos hace reconsiderar su diagnóstico. En medio de la efervescencia futurológica que ha desbordado el nicho de la ciencia ficción para colonizar la opinión pública; ante una renovada conciencia de la tecnología que nos rodea, de sus posibilidades y de nuestra dependencia; bajo el impacto de un shock cultural que parece cumplir (¿hasta cuándo?) las expectativas del extrañamiento suviniano, cunde la impresión de que ahora somos nosotros quienes vivimos un presente alternativo. El Merv Kihn de Gibson recetaba "la peor programación" para exorcizar el inconsciente colectivo. Hoy son las matrices genéricas de la ficción postapocalíptica, la distopía totalitaria, el tecnothriller paranoico, el (post-)cyberpunk, lo que el ensueño mediático sobreimprime conscientemente al mundo. Sus fantasmas conjuran las filtraciones de "realidad" que amenazan el goce estético de un supuesto kairós milenarista (fantasía compensatoria, tal vez, del mañana que nunca fue) en el marco de lo que podría no ser más que otra instancia de ese Jackpot cuya hipótesis explora Gibson en sus novelas más recientes: un apocalipsis de larga duración y frustrantemente ajeno a toda espectacularidad.

Texto completo: DOC