Última modificación: 2018-01-14
Resumen
En “A Coherence Theory of Truth and Knowledge” (1983), Donald Davidson defiende una teoría coherentista de la verdad y el conocimiento. Entre otras cosas, esta teoría señala que la existencia de un amplio grado de verdad y coherencia en el pensamiento y habla de un agente constituye la base para una interpretación correcta del habla y conducta de un hablante por parte de un intérprete. Concretamente, sólo es posible conocer los significados de las proferencias de un hablante –y, por lo tanto, conocer sus creencias– por medio de una interpretación de su habla, y esta interpretación sólo es posible si el intérprete comparte con el hablante un numeroso conjunto de creencias verdaderas y coherentes. Davidson reconoce que su teoría presenta una dificultad. Se le podría objetar a esta teoría que la verdad y coherencia atribuidas al hablante están determinadas por los criterios del intérprete, de modo tal que hablante e intérprete se podrían entender entre sí sobre la base de creencias compartidas pero falsas. Davidson acepta que esto puede ocurrir, pero que no puede constituir la regla. Para responder a esta objeción, entonces, Davidson presenta el argumento del intérprete omnisciente. El argumento nos invita a que
[i]maginemos por un momento a un intérprete que es omnisciente acerca del mundo y de lo que causa y causaría a un hablante el asentimiento a cualquier oración de su (potencialmente ilimitado) repertorio. El intérprete omnisciente, utilizando el mismo método que el intérprete falible, hallará al hablante falible ampliamente coherente y correcto según sus propios criterios (estándares), por supuesto. Pero, puesto que estos son objetivamente verdaderos, el hablante falible parece ser ampliamente correcto y coherente de acuerdo con criterios (estándares) objetivos (Davidson, 1983: 150‐1. La traducción es mía).
El presente trabajo se prepone evaluar críticamente este argumento. Para ello, se van a considerar dos puntos de partidas epistemológicos, uno “estándar” y uno “trascendental”, a fin de mostrar si el argumento en cuestión es correcto –o funcional a la teoría coherentista de Davidson– o si, por el contrario debería ser abandonado por completo.