Última modificación: 2018-01-14
Resumen
Nuestra piel parecería presentársenos como aquello que delimita nuestro cuerpo, esa delgada capa que separa aquello más propiamente nuestro de su exterior. La piel es lo que nos envuelve, delimita el contorno de nuestra existencia. Esta idea de contorno y límite podría llevarnos a considerar como cuerpo propio a la masa opaca de músculos, huesos y sangre entremezclados envueltos por la piel. Masa que ocupa un lugar en el espacio objetivo, masa delimitada y cerrada sobre sí misma, un objeto más entre otros, totalmente constituido. Pero siguiendo el pensamiento desarrollado por Merleau-Ponty consideramos que el cuerpo propio ni es un objeto más entre otros, ni se encuentra totalmente constituido.
El autor francés pone de manifiesto desde su obra temprana La estructura del comportamiento que el cuerpo propio no es un agregado de partes extra partes, no es un objeto más entre otros (Merleau-Ponty, 1976) ocupando la piel un lugar no menor en el desarrollo de su análisis del reflejo, donde muestra que la relación entre excitaciones nerviosas (y cutáneas) y respuestas no se delimita por un campo de receptores anatómicamente circunscriptos, sino que intervienen tanto las estimulaciones inmediatamente anteriores como la situación en la que se efectúa el estímulo (Merleau-Ponty, 1976: 27/44). Por ello, a pesar de la gran cantidad de exteroceptores distribuidos en la piel destinados a captar niveles de presión, temperatura, dolor (aproximadamente cincuenta receptores cada cien milímetros cuadrados (Montagu, 1981: 4)) la piel no es considerada meramente una extensión sensible anatómicamente circunscripta y mecánicamente destinada a transmitir datos físicos unívocos desde el exterior del organismo. La piel es la envoltura de la existencia, es repliegue del cuerpo sobre sí, pero es también despliegue del cuerpo en el mundo. En la plasticidad y elasticidad de la piel se muestra la tensión de la existencia. Como bien señala Drew Leder, tensión que oscila entre el organismo y el medio, el foco y el fondo, entre la superficie y la profundidad, entre la aparición y la desaparición (Leder, 1990: 91), pero que encuentra su encastre con el mundo en la superficie corporal (Leder, 1990: 11). Llevaremos a cabo una descripción fenomenológica de la piel, abordando las relaciones tendidas entre el sentido del tacto y el cuerpo propio a través del movimiento.