Última modificación: 2018-01-14
Resumen
De la disputa en la que históricamente se enfrentaron egoístas y altruistas pueden decirse muchas cosas. Una de ellas es que el triunfo estuvo generalmente del lado del egoísmo. Esta teoría, sobre todo en su versión psicológica, ha gozado de una enorme aceptación tanto dentro como fuera de los espacios académicos. Su máxima es que los actos individuales son auto‐interesados y tienden siempre al beneficio del propio agente.
Quienes sostienen esta teoría no niegan el hecho de que los individuos se ayuden mutuamente, sino que enfatizan en que esa ayuda es siempre un medio orientado al beneficio del propio agente. (En el caso de conductas humanas, la estrategia argumentativa que suele utilizarse consiste en apelar al deseo de obtener placer y evitar el dolor, matizando elementos psicológicos con aspectos claramente hedonistas).
Este punto de vista se convirtió en una especie de imagen común que figuró en algunos trabajos del siglo pasado. Sin embargo, la situación no siempre fue igual. De hecho, en los últimos años puede apreciarse un cambio de perspectiva.
Ahora bien, ¿qué factores pueden incidir en la aceptación exitosa de nociones egoístas? ¿Y qué factores pueden favorecer el desarrollo de la hipótesis altruista?
Se mencionan aquí distintas tomas de postura que pueden darse al interior de la biología evolutiva –y que, de hecho, fueron dándose a lo largo del siglo XX-‐ a los efectos de comprender y responder estas preguntas.