Última modificación: 2018-01-17
Resumen
En tanto es la primera obra filosófica de Sartre, La trascendencia del Ego cumple muy bien con la idea de que primero y antes de afirmar, utilizamos nuestra libertad para negar: en ella Sartre despeja el camino para su propia teoría deshaciéndose de ciertas ideas de la tradición contra las que combate para llegar a su postura inicial. En especial, es la idea husserliana de un Ego puro o trascendental que sobreviviría al golpe de la epojé la que estructura explícitamente su crítica; sin embargo, también arremete contra la psicología en boga de su época afirmando por primera vez la inexistencia del inconsciente.
De esta manera Sartre se propone rechazar cualquier presencia yoica en la conciencia, sea ésta formal, como es el caso de Kant o Husserl, o material, en el caso de las corrientes psicológicas con las que debate; llegando a afirmar que aquello que sobrevive a la reducción fenomenológica es una conciencia pre‐personal o impersonal: “el contenido cierto del pseudo ‘Cogito’ no es ‘yo tengo conciencia de esta silla’, sino ‘hay conciencia de esta silla’” (Sartre, 1968:31)
Todo lo que podemos afirmar de esta conciencia impersonal es que es activa, espontánea, y se unifica a sí misma; y estas no son más que las notas que devienen de definirla como intencionalidad. Dentro de este marco, el Yo se presenta como un objeto trascendente que surge sólo mediatamente y por un acto de reflexión.
La supuesta necesidad de un Yo que unifique la experiencia es rápidamente descartada por Sartre a partir de los mismos principios fenomenológicos por los que se guía: la conciencia se unifica en los objetos que intenciona y en su remisión a sí misma; por su naturaleza no precisa un Yo para unificarse. En este sentido, parecería no haber en principio ninguna dificultad en concebir un campo trascendental no egológico.