Última modificación: 2021-03-30
Resumen
Desde la llegada de Pedro Álvares Cabral a Porto Seguro, sur de Bahía, el 22 de abril de 1500, la imagen cultural de Brasil suele estar asociada al concepto de “melting pot", donde las tradiciones de los pueblos originarios conviven y se entremezclan con la cosmovisión europea impuesta por la Lengua Portuguesa y las costumbres ibéricas, todo condimentado con la fuerza de la cultura y religión africanas traídas por los miles de esclavos que llegaron al continente para trabajar primeramente en las plantaciones de azúcar en el nordeste del país y, a partir de fines del siglo XVII, en las minas de oro y diamantes de Minas Gerais. Esta, por lo menos, es la visión de Darcy Ribeiro, uno de los más importantes antropólogos, educadores y escritores brasileños, autor de O povo brasileiro, obra publicada en 1995 y que define el ser brasileño como esencialmente mestizo: “tanto en la carne como en el espíritu”. Ya en 1549, Salvador se había transformado en la primera capital brasileña, puerto de entrada de esclavos y de inmigrantes de diversos puntos del planeta, que buscaban oportunidades de negocio, fama y riqueza. Portugueses, españoles, africanos, árabes y representantes de las diversas comunidades originarias convivieron en una ciudad efervescente tanto desde el punto de vista económico como cultural. Sin embargo, es en el aspecto religioso donde más se observa la construcción de una capital multicultural, donde conviven principalmente el catolicismo traído por los europeos con el candomblé y la umbanda religiones afrobrasileñas, lo que nos indica que las prácticas religiosas puramente indígenas sobrevivieron básicamente entre las comunidades originarias en el interior del país.