La lengua griega nos presenta un repertorio de vocablos con los cuales busca evocar personas ausentes —sea que estas se encuentren muertos o bien alejados de sus seres amados—. El eidolon (imagen); el oneiros (imagen onírica); la skia (sombra o reflejo); el phasma (imagen que el dios crea para sustituir a la persona y engañar a los mortales). En nuestro tiempo estos recursos pueden resumirse bajo la categoría del doble: cuando el ser tangible se ausente, una presencia inquietante o doble toma contacto con el resto de los vivientes. Si bien para nosotros esto equivaldría a padecer un desorden mental, para los griegos, en cambio, se trataba de la confirmación de que los muertos o ausentes desempeñaban un papel importante en el mundo de los vivos y se les debía máxima atención. El propósito del artículo quiere indagar los recursos de los que se han valido los artistas griegos que decoraban los vasos de cerámica para crear una iconografía en torno a los ausentes en particular los eidola (imagen del muerto tal como era en vida) y las psychai (pequeñas figuras humanas con alas de pájaro), estas últimas herederas del imaginario egipcio: el ba o pájaro con rostro humano que representaba el alma del difunto. Tanto la civilización griega cuanto la egipcia, comparten creencias en cuanto al culto funerario y su repertorio figurativo, si bien su semántica presenta en algunos aspectos caminos divergentes en particular acerca del destino de los muertos en el más allá.