Eventos Académicos, XII Jornadas Estudios e Investigaciones. Artes Visuales, Teatro y Música. El arte y la multiculturalidad

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Representaciones iconográficas del exotismo intercultural: "El milagroso viaje de mahoma". La imagen en una obra prohibida (S XV)
Jorge Rigueiro García

Última modificación: 2021-03-30

Resumen


Durante la Edad Media, la experiencia de un viaje era altamente azarosa, enriquecedora, podía acabar de la peor manera, o con un ciclo de perfeccionamiento vital personal alcanzado, como en el caso de una peregrinación Guglielmi 1994). Un viaje muchas veces significaba el partir a un “mundo” desconocido y pleno de leyendas o, por lo menos, de relatos de quienes ya lo han visitado o escucharon hablar de él, generando hasta proceso de marginación en los viajeros y en quienes abandonaban su hogar para emprender un viaje (Guglielmi 1981, 1986). La preparación para un viaje era ardua y no exenta de la angustia de no saber si se retornaba con vida: caminos inseguros, viajes por mar llenos de peripecias (piratas y monstruos marinos, por supuesto), enemigos y ladrones acechantes en bosques o sitios apartados y pueblos diversos con culturas y tradiciones hasta absolutamente opuestas al viajero esperaban del otro lado del mapa. Libros de viajes, guías de viajeros y extensas relaciones de travesías poblaban los estantes de bibliófilos y viajeros avezados, inflando la imaginación del resto de la población con un doble sentimiento de curiosidad y miedo, pero superando todo esto, viajeros, comerciantes, evangelizadores y peregrinos se las arreglaron para seguir su marcha y tratar de retornar con el pellejo intacto y si era posible, la billetera llena o los pecados redimidos. Asimismo, una multitud de santos viajeros y advocaciones de la Virgen, ayudaban al peregrino o al que emprendía la travesía para la feliz resolución de su trámite, permitiendo que volviese a casa y salvase la vida y la bolsa. Sólo un viaje estaba vedado o no tenía un retorno posible: el viaje al Más Allá. Este viaje a tierras infernales o al mismísimo Cielo, era algo imposible desde un punto de vista práctico, pues requería la muerte física del “viajero” para que fuese habilitado a cruzar los umbrales de ese otro mundo. Sólo Orfeo pudo, en la mente de los hombres medievales, cruzar la Estigia y volver vivo, pero con un alto costo en el camino. Mucho más tarde, Dante se dio el lujo de visitar minuciosamente el Infierno para llegar al Paraíso a través de una obra literaria de largo periplo, para encontrarse con su Beatriz, pero dado lo incompleto de su obra, no sabemos qué tal le fue en el camino de retorno.  En el presente artículo, el viajero analizado es el mismísimo Profeta Mahoma, quien a partir de unos pocos pasajes coránicos y de la tradición o Sunna posterior, nos informa de un viaje “horizontal” a través de tiempo y espacio durante la noche, en el que viaja desde La Meca a Jerusalén a lomos de un animal fabuloso, el Al-Burâk, teniendo en la misma noche y en una segunda instancia, una ascensión “vertical” en recorrida por los siete Cielos y un posterior descenso a los siete infiernos. Luego de su dilatado recorrido volvió a la mañana siguiente, cargado de experiencias extáticas y tras conocer y dialogar en persona con algunos de los más importantes personajes de la Fe del Antiguo y del Nuevo Testamento.


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