Última modificación: 2019-06-14
Resumen
Durante la primera mitad del siglo V de nuestra era, la polémica generada en torno a la denominación de María como Theotokos (Θεοτόκος) o Christotokos (Χριστοτόκος) sacudió a la cristiandad. Dicha controversia involucró a los patriarcas Cirilo de Alejandría y Nestorio de Constantinopla en un encarnizado debate teológico que culminó en el Concilio de Éfeso (431) y en la posterior excomunión de Nestorio, provocando un cisma al interior del cristianismo.
Previo a celebrarse el Concilio, ambos patriarcas tuvieron un intercambio epistolar en el que expusieron no solo sus creencias y convicciones religiosas, sino que también motivaciones de una naturaleza más política. Con la creciente tensión, se valieron de diversas estrategias para lograr un fuerte apoyo tanto eclesiástico como secular, involucrando así a figuras tales como el Papa Celestino I o el emperador Teodosio II.
La polémica se volvió aún más violenta con el inicio del Concilio. Cirilo continuó su campaña contra Nestorio a través de sus doce anatematismos y de varias homilías, caracterizando a su rival con los arquetípicos rasgos de un hereje, encasillándolo así al interior de una otredad opuesta al cristianismo. De esta forma, logró exitosamente desprestigiar a su rival y defender su visión de la ortodoxia cristiana.
A su vez, el conflicto involucró disidencias y rasgos discursivos que son menos evidentes ante un análisis superficial de las fuentes. Por un lado, la creciente rivalidad entre las escuelas de Alejandría y Antioquía, siendo Cirilo y Nestorio seguidores de dichas tradiciones respectivamente, se hizo presente. Con Nestorio a la cabeza de la sede religiosa más importante del Imperio Romano de Oriente, Cirilo se valió de la polémica para que Alejandría ganase notoriedad en la escena política y teológica cristiana. Mediante esta disputa, no solo buscó que su sede ganase mayor relevancia frente a la de su rival, sino que también procuró defender los postulados teológicos de la escuela de Alejandría frente a la de Antioquía.
Por otro lado, la manera en la que Cirilo se expresó en sus epístolas y homilías demuestra una forma respetuosa y educada a la hora de referirse a su rival. Esto evidencia un discurso propio de la clase nobiliaria, compuesto por estrategias retóricas y figuras literarias aprendidas en la paideia tardoantigua. De esa forma, al emplear recursos tales como el equilibrio retórico entre charis/praotés (Χάρις/πρᾳότης) y hemerotés (ἡμερότης) o el uso del psógos (ψόγος), Cirilo deja entrever rasgos propios del comportamiento discursivo practicado entre los notables. Esta forma de proceder priorizó la mesura y el autocontrol, pero también le permitió atacar al rival sin apartarse de los postulados de la educación nobiliaria.
Nuestra hipótesis es entonces que el conflicto entre Cirilo de Alejandría y Nestorio de Constantinopla no solo permite apreciar la construcción de una identidad cristiana mediante una contraposición a la figura de un enemigo (en este caso, el hereje), sino que también permite visibilizar dos identidades más: la pertenencia a un grupo social — el de los notables — y la adhesión a una escuela teológica, siendo en caso de Cirilo la de Alejandría.