A menudo los historiadores, preocupados más por derribar los argumentos de nuestros colegas que por cuestiones morales acerca de lo histórico, solemos olvidar cómo los antiguos narraban los acontecimientos. Los antiguos tenían la costumbre de contar las cosas tal cual como habían sucedido, para evitar que los grandes hechos del hombre quedaran en el olvido, como lo advertía Heródoto al comienzo de su obra, Historias. Sin embargo, en la modernidad se ha criticado ese estilo historiográfico por carecer de un análisis de cientificidad, por ejemplo: la crítica de las fuentes. Es así que se ha desarrollado esta ciencia desde mediados del siglo XIX cuando comenzó su profesionalización (Iggers, 1995). No obstante, esta preocupación actual no escapaba tampoco a los antiguos. Aunque ellos no hayan practicado esas formas de construir la historia, no significa que no hayan intentado criticar a ciertos sujetos de su contemporaneidad. Si nos detuviésemos a observar los escritos de la Antigüedad, encontraríamos una gran cantidad de narraciones históricas que, mediante discursos persuasivos, contribuyeron a desacreditar a algunos actores sociales, construidos con una palabra fuertemente cargada de connotaciones negativas y de oposición, tal como sucede con el término hostis. En la gran mayoría de los autores de la Antigüedad estaba presente a lo largo de sus trabajos tal o cual enemigo, para que su sociedad tuviese la obligación moral de destruirlos tanto física como verbalmente.

Por lo tanto, creemos que, más allá de la profesionalización de la ciencia histórica a partir de 1848 aproximadamente, reformada con herramientas críticas para el abordaje, no solo de las fuentes primarias a utilizar sino también de la manera de narrar, existen aún algunas continuidades dentro de la ruptura institucional en todos los historiadores modernos, en cuanto al estilo de los antiguos. Sin embargo, en el presente proyecto nos proponemos analizar en la historiografía de la Antigüedad cómo operaba el concepto de hostis en la construcción de la otredad, particularmente en el trabajo monográfico de Cayo Salustio Crispo, De coniuratione Catilinae, como en Ab urbe condita de Tito Livio. De este modo, abordaremos un marco temporal que se extiende desde fines de la tardo-república hasta finalizado el principado de Augusto, poniendo especial atención en la construcción histórico-discursiva del citado concepto en las obras de estos historiadores latinos.