Virus tuvo que sortear, desde su aparición en 1981, la acusación de ser los propulsores de la frivolización del rock, no sólo por su estilo musical, sino también por las letras “relajadas”, “hedonistas” y de poco contenido comprometido con la realidad circundante. Los hermanos Moura, irrumpieron con un estilo que distaba del rock de los setenta. Esta variación, tanto en la composición de las letras, como en sus “melodías bailables”, fue en definitiva la que los posicionó como una de las mejores bandas del rock nacional.

La reacción del público y de los críticos frente a sus supuestas letras superficiales respondían a una confrontación obvia con aquellas otras letras de fuerte arraigo político y de compromiso con la realidad que apaleaba a la Argentina de los 70. Si realizáramos una lectura rápida de las letras de Virus y las confrontáramos, encontraríamos un bagaje de mensajes encriptados de los grupos setentistas, que pretendían enfrentar a la atroz dictadura militar impuesta en 1976, frente a letras donde la búsqueda del placer es uno de los temas preponderantes de Virus.

Sin embargo, el placer en Virus no parte de una concepción hedonista del sujeto, sino que se centra en una idea que trasciende la autosatisfacción y el estado de bienestar. Esta constituye la respuesta necesaria a la fatalidad, al horror, a la opresión, a lo censurado, a lo terrible. El cuerpo busca libertad, quitarse el peso de lo prohibido a través del bienestar y de lo placentero que, a su vez, actúa como herramienta de provocación: frente a un Estado opresor y asesino, se responde con una actitud en la que prevalecen el placer y el bienestar personal, evitando que la opresión gane la batalla.