Última modificación: 2019-06-24
Resumen
Resumen corto
La definición de acuerdos colectivos en torno a la evaluación es planteada en la normativa provincial desde 2003, cuando la DGCyE establece el Plan Institucional de Evaluación.
Coincidimos con la necesidad de definir colectivamente qué se entiende por evaluación, su distinción de la acreditación, la definición de criterios, instrumentos e indicadores para evaluar. Sin embargo, nos preguntamos por las posibilidades de estos acuerdos en un contexto de precariedad laboral de los docentes y características organizativas del nivel secundario que promueven el individualismo.
Precedidos estos interrogantes nos acercamos a tres escuelas secundarias bonaerenses para conocer el parámetro de acción colectiva que define la norma, los límites que imponía y las posibilidades de acción de los sujetos. Si bien en la investigación se estudiaron tres instituciones, en este trabajo presentaremos las traducciones de la norma en una de ellas, así como las propuestas institucionales, que en ocasiones desafían o se anticipan a la norma.
Resumen largo
La definición de acuerdos colectivos en torno a la evaluación es planteada en la normativa provincial desde 2003, cuando la DGCyE a través de la Res. N°823/03 establece el Plan Institucional de Evaluación[1]. La normativa define al Plan como un elemento central de la EGB III, que posteriormente sería incorporado a partir de la Res. N° 1049/05 DGCyE a toda la educación secundaria.
A esta propuesta de Plan se fueron añadiendo aspectos como: los criterios de evaluación, acreditación, calificación y promoción, la concepción de evaluación e instrumentos para la recolección de información sobre los “saberes de los estudiantes”. Podemos entender el paso desde cuestiones centradas en la evaluación del aprendizaje, hasta la instalación de la evaluación en todas las “instancias de la vida institucional (…) incluyendo las prácticas de enseñanza, el currículum en acción, el desarrollo de proyectos, la ejecución de diseños, programas y planes”[2].
La Circular Técnica N° 02/06 DGCyE, sostiene que se debe “…pensar el Plan Institucional de Evaluación (…) como producto de acuerdos y negociaciones de sentido, evitando una visión atomística donde cada profesor aporta su perspectiva sin interacción con los demás”.
Coincidimos con la necesidad de definición institucional de la evaluación, su distinción de la acreditación, la definición de los criterios, instrumentos e indicadores para evaluar, como aspectos a considerar en el Plan. Sin embargo, nos preguntamos por las posibilidades para desarrollar estos acuerdos en un contexto educativo caracterizado por la precariedad laboral de los docentes y las características organizativas del nivel secundario que promueven el individualismo. Los aspectos tradicionales de la escuela secundaria como: la división estática del tiempo, la distribución de los conocimientos en forma parcelada, aparecen inalterables, por lo que ponemos de relieve sus limitaciones.
Al mismo tiempo cuestionamos el tipo de participación de los docentes en la construcción del plan. Siguiendo a Sadovski (op. cit.), un proyecto de manera conjunta puede ser elaborado desde la autonomía intelectual y la apropiación; o al por el contrario asumir la norma de manera acrítica “habría un colectivo pero no necesariamente ese colectivo está garantizando condiciones para repensar el proyecto desde una posición de autonomía intelectual que supone también la libertad de otorgarle un carácter exploratorio al trabajo” (op. cit.: 2).
Precedidos por estos interrogantes y el conocimiento de las condiciones de trabajo docente a partir de la propia trayectoria y de la vasta bibliografía sobre el tema (Narodowski y Narodowski, 1987; Jiménez Jaen 1988; Lawn y Ozga,1988; Finkel y Finkel, 2005; Andrade de Oliveira, 2006, entre otros), nos acercamos a las escuelas secundarias bonaerenses para contraponer el parámetro de acción colectiva que define la norma, cuáles fueron los límites que imponía y qué posibilidades de acción de los sujetos eran plausibles de ser desarrolladas. Hemos tenido en cuenta que, como plantea Aguilar Villanueva (1993), la diversidad y extensión de su puesta en práctica, pueden desbordar los objetivos propios de la norma.
Si bien en la investigación[3], el estudio abarcó tres instituciones ubicadas en un distrito del conurbano bonaerense, en este trabajo presentaremos las traducciones de los lineamientos normativos en una de las instituciones[4], así como las propuestas que emergen desde la propia escuela y que, en ocasiones desafían o se adelantan a la norma.
[1] En el plano nacional la Res. N° 93/09 del Consejo Federal de Educación establece que las definiciones en torno a la evaluación, no deben ser individuales, sino organizadas colectivamente, pues se concibe a la enseñanza como un proyecto común: “La reflexión conjunta sobre el propósito formativo de cada asignatura en la propuesta general de formación enriquece la perspectiva de la evaluación y supera concepciones parciales o fragmentarias. Así concebida, la evaluación es responsabilidad del docente pero también producto de la reflexión y los acuerdos institucionales…”
[2] Circular Técnica N°1/06 DGCyE.
[3] Este trabajo resulta de la tesis de posgrado desarrollada para la Maestría en Política y Gestión de la Educación de la UNLu. En la misma se estudió la normativa que regula la evaluación de los aprendizajes para la escuela secundaria bonaerense entre 2003 y 2015, así como su traducción en tres escuelas secundarias públicas del conurbano bonaerense. Siguiendo la estrategia general de generación de conocimiento, se realizó un muestreo intencional a partir del trabajo en terreno. Ello implicó, por un lado, la selección exhaustiva de normativa nacional y provincial en el periodo de estudio, así como sus antecedentes. Por el otro, las escuelas públicas fueron elegidas a partir de la selección de casos reputados.
[4] La escuela se ubica en un barrio aledaño al centro del distrito y atiende a población del barrio, de barrios cercanos, de asentamientos, y de distritos linderos. Según el director de la institución: “la gente que viene a la escuela viene buscando ´la´ escuela (…) no porque dice voy a esta escuela porque me queda más cerca (…) viene acá es porque quiere venir acá”.
Funciona en un edificio inaugurado en 2010 que cuenta con aula de informática, equipamiento tecnológico, laboratorios, sala de profesores, secretaría, salón de usos múltiples, patios, canchas de fútbol, entre otros. Estos rasgos hacen que la escuela sea una institución muy demandada con una matrícula de 833 estudiantes en 2015. Ejemplo de esa demanda es lo que aconteció en 2015 con las vacantes de 1° año: se disponía de 140 y había más de 250 solicitudes de ingreso.