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La criminalización del estado (Vezetti, 2002) y el impacto de la represión de la última dictadura militar lograron la atomización y la desarticulación radical del campo teatral argentino. Una de las consecuencias de la violencia efectiva del estado es la diversidad de experiencias de exilio que deja como saldo. En el caso del teatro, las prácticas escénicas nacionales se deslocalizan y despliegan por múltiples escenarios del mundo; es decir, redimensionan sus claves territoriales y establecen la necesidad de articular una ampliación de las cartografías teatrales, más allá de las fronteras geopolíticas (Dubatti, 2008). En consecuencia, las preguntas que nos hacemos giran en torno a los problemas teóricos que surgen en el campo de los estudios teatrales al pensar las prácticas exiliares y sus modos de adscripción al teatro nacional. Si la historia del teatro nacional de los años 70 es la historia del teatro interrumpido (Pellettieri, 2002), ¿cómo se modifican a su vez las prácticas de lectura? ¿Cómo se (re) procesa críticamente la historia del teatro argentino? ¿Qué preguntas y qué operaciones metodológicas emergen con las nuevas prácticas? Consideramos que el exilio en tanto objeto poliédrico, enraizado pero a la vez móvil, no permite la narración de una historia teatral enmarcada en clave nacional-estatal. En consecuencia, ¿qué reparto estético-político debe re-asumir la historiografía teatral argentina a partir de estas experiencias que desbordan la concepción normativa de un campo teatral delimitado a partir de la tríada nación-estado-territorio? Una suma de prácticas teatrales exílicas han elaborado sus itinerarios radicantes (Bourriaud, 2009), ya no desde la asignación fija de una raíz teatral, sino más bien en la absorción de los componentes del nuevo espacio, estableciendo sus propios modos de estar entre las marcas de su desarraigo y los vínculos con su nuevo entorno.

teatro; exilio; radicante