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Entre 1972 y 1981 Alicia Carletti registró en una serie pinturas un mundo personal e íntimo por donde comenzó a filtrarse, en forma sutil, la violencia de Estado que operaba en el país. La vida cotidiana también se inscribió en esa dinámica del terror que dimensionó las diferencias, donde se perdieron libertades y se torturaron los cuerpos. Los sectores más vulnerables, como el de la infancia, no quedaron inmunes. De esta manera, la casa familiar que debía ser protección y cobijo, se transformó en un espacio por donde ingresó con fuerza inaudita esa violencia. En sus obras y por medio de su personaje omnipresente, la niña, Carletti puso en evidencia la violencia en contextos cotidianos, que ingresaba en los espacios domésticos, en la privacidad y en la intimidad del hogar, dentro del orden de la normalidad, y no de lo excepcional. Desde una perspectiva de intervenciones feministas en la historia del arte se observa en este corpus de imágenes una subversión con respecto al resto de las representaciones de la violencia de Estado realizadas en el período citado, en tanto el cuerpo femenino, el “otro”, supuso un desafío al régimen autoritario. El cuerpo femenino, el hogar, el vínculo maternal con el hijo permitió la construcción, en estos discursos plásticos, de un lenguaje suplementario que posibilitó nuevos lugares desde donde criticar al régimen. Desde esta vía de análisis además, se constata que “lo personal es político”, en cuanto el ámbito de la política y lo estatal, no sólo tiene injerencia en lo público, sino también en lo privado. Es en ese espacio entre la aparente dicotomía entre las esferas pública y privada desde donde emergieron discursos alter nativos.

infancia; violencia; ámbito privado-público; intervenciones feministas en la historia del arte