Última modificación: 2017-11-13
Resumen
La cultura de masas ha sabido apoderarse del folklore universal para reutilizarlo como parodia, en algunos casos, y como crítica social en otros. Sin embargo, entre el acervo de seres sobrenaturales conocidos, los ghouls han sido de los más relegados. No fue sino hasta la aparición del manga Tokyo Ghoul (2011) de Sui Ishida que el término comenzó a pisar fuerte.
Si en sus orígenes el ghoul es un djinn o demonio necrófago que frecuenta los cementerios para conseguir alimento, en el manga de Ishida sólo difiere de los humanos por su régimen alimenticio y ciertas habilidades sobrehumanas. Los ghouls no son, como en la tradición árabe o sajona, seres sobrenaturales, sino miembros frecuentes de la comunidad, reconocidos por los humanos aunque no deseados. Los ghouls deben aprender a camuflarse y escabullirse entre los hombres para poder sobrevivir; de lo contrario, corren un alto riesgo de ser cazados y exterminados por la seria amenaza que representan para el orden y las normas establecidas.
La violencia es sólo el marco de un verdadero problema de tolerancia y disputas político-morales. El cuerpo, la carne y la identidad serán elementos cruciales. La guerra entre humanos y ghouls por la supremacía, un darwinismo biopolítico que recorre toda la obra, se ve en peligro por la aparición de un tercer elemento: Kaneki Ken, un híbrido entre ambas especies, la clave para la unión o destrucción de ambos mundos.
En una sociedad tan tolerante en cuanto a lo privado pero tan coercitiva en los aspectos públicos como lo es el Japón actual, el ghoul representa el problema de la convivencia con la otredad dentro de la comunidad. Reutilizando tópicos del género fantástico y la ciencia ficción en un contexto de violencia normalizada, Ishida aborda el problema de la intolerancia nipona frente a las prácticas socioculturales modernas.