El presente trabajo se propone analizar de qué manera el relato de ciencia ficción "Primera línea" de Carlos Gardini pone en cuestión las bases del paradigma inmunitario. Partiendo de una definición del cyborg que reconoce el origen militarista y capitalista del vínculo post-cibernético hombre-máquina, sin el elemento emancipatorio que en él encuentra el feminismo científico de Donna Haraway, el cuento de Gardini disloca la inmunología en dos niveles. Si, por un lado, en el plano de la communitas, el Estado se presenta como el elemento inmunitario que priva a los hombres del don de muerte que hobbesianamente los acomuna, el cuento de Gardini reconoce en esta expropiación del hombre por el Estado, como cuerpo-máquina político, el modelo por el cual se lo entrega al ser-para-la-muerte que lo constituye. El segundo aspecto de la crítica es interna a la lógica inmunitaria. Roberto Espósito define la inmunidad como una paradójica forma de infección, de introyección de un elemento externo a la vida, para proteger ésta de su propia potencia autodisolutiva. El cyborg encarna esta paradoja, siendo modelo del cuerpo que debe ser alterado, expropiado del campo de la vida por algo no-vivo para conservarse viviente. A este nudo el cuento de Gardini le da un giro más: estos cuerpos post-vivientes son cuerpos para la muerte. La capitalización de los cuerpos que ejerce el poder mediante la tecnología con fines militares es solo una parte del cuestionamiento del relato. El eje de la crítica está en que el modelo protésico de perpetuación de la vida supone una destrucción ilimitada. O, como diría Blanchot, en la idea de que si el hombre es lo indestructible, su destrucción puede ser infinita.