Última modificación: 2017-11-13
Resumen
La novela de José Donoso El lugar sin límites (1966) construye un espacio donde la sexualidad, despojada –por lo menos a priori– del erotismo, se ha vuelto pura mercancía: es, de hecho, la única mercancía que sobrevive dentro de un pueblo en vías de extinción, cuya circulación gira entorno a su prostíbulo, también en decadencia. El sexo que ahí se cambia por unas monedas es una pieza esencial dentro del engranaje de ese sistema: no hay nada en él inherentemente desestabilizador. Sin embargo, algo de lo que se genera alrededor de la Manuela, protagonista trans del relato, provoca miedo: en ella, en los otros. Comienza a vislumbrarse, de a poco, el impulso erótico que tiene la potencia de desestabilizar las estructuras jerárquicas que plantea el mismo relato. No se trata del peligro que supone la inversión de una sexualidad falsamente pensada como “normal”, como proponen anteriores lecturas de la novela. El verdadero peligro anida en el devenir de la pulsión erótica que surge del contacto entre los cuerpos y amenaza la idea de identidad de cada uno de los personajes. La verdadera experiencia erótica, y no el mero intercambio sexual, atenta contra el ego en favor de una continuidad deseada pero inalcanzable: disuelve la noción de identidad aislada del resto y resquebraja las jerarquías impuestas que controlan el espacio de la Estación El Olivo. El presente trabajo se propone analizar la novela en su construcción de esa experiencia y su potencia, entendiendo el erotismo de los cuerpos como instancia que abre, por un lado, la posibilidad latente de generar nuevas comunidades de resistencia –como sucede en el encuentro de Manuela con la Japonesa– y provoca, al mismo tiempo, la reacción violenta de quien desea controlarlo.