Última modificación: 2017-11-13
Resumen
El mundo de hoy está signado por una violencia determinada por la relación perversa entre el Estado y la economía, por la violencia del capital financiero donde la ganancia está por sobre todas la cosas. Una violencia que “(…) trabaja disciplinariamente en el umbral entre lo biológico y lo social como aparato de captura que excluye toda posibilidad de vida sin domesticar” (Rodríguez, 2016: 300-301). Es una sucesión de violencias globales que no sólo infunden terror, que traspasan la muerte misma, que se infringen sobre un sujeto cualquiera, inerme, y que genera en los demás una afectación: una aversión, más que miedo, hacia lo sucedido, ante el acto atroz, monstruoso. Un horrorismo que se aleja de los viejos conceptos de “terrorismo” y “guerra” y que reclama la atención sobre las víctimas (Cavarero, 2009).
Es ese concentrarse en las víctimas, en el cuerpo de las víctimas, lo que reclama “ME LLAMO CUERPO QUE NO ESTÁ: LOS ENCLITICOS”, uno de los tres apartados que componen el libro de poemas La imaginación pública (2015) de Cristina Rivera Garza. En él, el cuerpo y la escisión tienen un papel protagónico a partir de la relación violencia-lenguaje. En este apartado, faltan palabras y faltan cuerpos y desde esta falta se construye un cuerpo otro, desde la escritura, para dar cuenta de una experiencia de violencia, de desaparición, de sujetos femeninos. La propuesta es leer en estos textos cómo se convoca el cuerpo que no está a la página, cómo la escritura deviene en un performance que lleva la experiencia del cuerpo a la página mediante estrategias escriturales que se alejan de promover la preservación del poder y potencien la capacidad crítica y utópica del lenguaje. Un lenguaje que posibilite salir de la parálisis ante el contacto con el horror y optar por la palabra.