Última modificación: 2017-11-13
Resumen
México es un país que ha experimentado un aumento inconcebible en los índices de violencia en los últimos 11 años. Una de las consecuencias más visibles y nefastas es el dramático aumento de muertes por violencia, que deja como saldo miles de cadáveres regados en la geografía mexicana cada año. Sin embargo, una de las aristas más preocupantes del problema consiste en que, a pesar de la amplitud del mismo y lo generalizado que se ha vuelto en la sociedad, sigue percibiéndose por una gran parte de la misma como algo ajeno. Así, las estrategias biopolíticas que caracterizan a las instancias de poder de nuestro contexto y época, encuentran un camino hasta cierto punto libre de obstáculos para llegar hasta lo más íntimo de nuestras vidas ya sea por la violenta vía de la manipulación del deseo, o por la más violenta vía de la sangre. La pregunta en estos casos no sería tanto la de cómo sustraerse a las estrategias del poder, puesto que éste es constitutivo de la subjetividad independientemente de cómo se ejerza, sino la de cómo resistir a determinadas formas del poder y en lo posible ejercerlo de una manera distinta. Encontramos que la producción artística contemporánea es un vehículo valioso y adecuado para la reflexión en torno a la violencia y sus prácticas, dado que el arte no sólo señala formas soslayadas e invisibilizadas que la caracterizan, sino que posibilita tomar clara distancia crítica de las mismas, tal como lo muestra la obra de la artista sinaloense Teresa Margolles, cuyo trabajo evidencia la relación entre cuerpo, violencia y formas de vida de una manera que revierte las estrategias más burdas del biopoder.