En su libro Lo abierto (2007), Giorgio Agamben postula el concepto de máquina antropológica para designar al dispositivo que produce lo humano a través de la captura y suspensión de aquello que no lo es. De esta manera, la máquina funciona en la medida en que excluye todo rastro de animalidad del hombre, ya sea en sus relaciones con el resto de los vivientes como en el vínculo con su propio cuerpo.

Entre aquellos textos que ponen en escena el desmantelamiento del discurso antropocéntrico se encuentra Frío (2013), novela posapocalíptica del escritor argentino Rafael Pinedo. Como en las otras dos obras del autor, Plop y Subte, los escenarios de supervivencia vuelven evidente el cuerpo y por ende, permiten repensar categorías centrales del pensamiento biopolítico como las de humano y animal.

Este trabajo tiene como objetivo indagar la manera en que la vida biológica que nace de la precariedad erosiona tanto lo que se entiende por humano como ciertas subjetivaciones normativas, para dar paso a nuevos modos de lo común que tienen al animal en el centro de la escena.

El espacio de supervivencia abierto por el cataclismo ha permitido vínculos afectivos interespecies nacidos del reconocimiento de una precariedad compartida. La dislocación entre persona y cosa viviente permite pensar nuevos modos de subjetivación que dan paso a otras formas de lo común nacidas del afecto y no de la identidad. En Frío, entonces, la comunidad se piensa desde el desamparo y no desde los fundamentos antropocéntricos.