Última modificación: 2017-11-13
Resumen
Al abordar la literatura nacional que ha asumido el desafío de representar el período de la dictadura cívico-militar de 1976, resulta impensado evadir uno de los temas más dolorosos y traumáticos que la sociedad argentina carga en su historia: la desaparición de personas. Como sistemático procedimiento dispuesto a anular la oposición al régimen de gobierno, se activaron funestos dispositivos que tuvieron por objeto y por método, violentar los cuerpos. Y la literatura es solo uno de los ámbitos discursivos donde esos cuerpos, en fatal paradoja, se erigen como ausencia y presencia, constituyen desde lo no expuesto la mayor muestra de terror de la que los dictadores son capaces para perpetuarse hegemónicamente.
En la novela argentina La última vez que maté a mi madre (1999) de Inés Fernández Moreno, el cuerpo desaparecido es un dispositivo ordenador el relato, y permite al lector problematizar la importancia de la corporalidad –presente o ausente- para la reconstrucción identitaria de ese yo borrado, desvanecido, durante el período dictatorial. El cuerpo, portador de significación, interpela al lector desde su no-presencia. La carencia, la falta-de, la vaguedad, son síntomas textuales dispersos que, así como se despliegan en función de la representación de una memoria disgregada, también profundizan lo ausente como disruptivo.
El cuerpo es materia que puede ser moldeada, cosificada, tallada, borrada, corregida; pero al igual que sobre los objetos y sobre los espacios que se habitan, también sobre los cuerpos quedan huellas o marcas que subsisten, emiten mensajes, comunican, dan testimonio, y en este trabajo exploraremos dichos “mojones” indicadores de sentidos a fin de indagar, en la novela argentina, acerca de la representación del cuerpo desaparecido.